sábado, 3 de mayo de 2008

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Que alguien apague esta cabeza, que todos saben nada.
Es el sonido irremediable de los sentidos ardiendo heladamente entre barrotes imperfectos en el detalle mejor logrado.
Estamos viendo lo invisible, una y otra vez, derrochando retenciones de insatisfacción.
Él calla, mientras su interior grita desesperado por encontrar, lograr, silencio.
Ellos se jactan una y otra vez de no ser ciegos en este huracan de oscuridad, repiten frases insentidas con sentidos propios, mudos que hablan, ciegos que ven.
Retuerce el ruio y lo calla, no lo deja dormir, una vez más todo ese ruidozo nada de voces, desespera por callar lo nunca dicho y retuerce las sabanas sudadas de palabras.
El silencio llora esa agonita voz, se cansa de repetir y pelear, habla sin decir, vive escuchando la superflua existencia.
Se esta deshaciendo, no, se quema, es todo un infierno gelido, es todo y nada si no lo ves.
El sufrimiento de la palabra lo lleva a volver a girar deseando pausar, deseando terminar al fin con el deseo de cerrar esa boca interna, invisible, propiamente ajena que lleva a evitar y dañarse, satisfaciendo el deseo de ser todo lo exterior.

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