sábado, 16 de agosto de 2008

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Sumergirse en el universo.
Cerrar los ojos, ver las estrellas reflejadas en los parpados, y sentir, otra vez, esa libertad que genera repartir el agua en el cuerpo, acariciar las extremidades, alterando los poros y los átomos, hacerlos corren de un lado al otro y volver a su punto de inicio.
Mueve los brazos, siente el contacto ardoroso y frío con los astros, su cuerpo se movía, solo, el instinto, el instinto guiaba su alma, su existencia, el giro y vuelta de las lagrimas recorriendo sus cachetes, hasta terminar mimetisandose en el universo, otra vez, como tantas, otra vez perdiendo la cabeza en todo eso.
Volviendo al principio, de la vida, del todo, de antes de aquello que aqueja, de aquello que desea, de lo que da placer y lo que es nada, siendolo todo, vacio eterno de piedras, de basura.
Ya nada tiene sentido, perdido en las aguas del universo, pero igual comienza a tomar su camino, a seguir un orden, un camino, un algo, hacia algun lado.
Hasta sumergirse continuamente en el universo.

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