sábado, 16 de agosto de 2008

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Él perdió su cepillo en su cabello de sirena.
Otra vez, otra vez perdía su cepillo, su cabeza ya no podía concentrarse en nada, ya no podría pensar en otra cosa que no fuera su cabello, y cada uno de los recovecos que hacen su figura.
Su emocion se aburría de pensarlo ahí, de saber que estaba disponible a su gusto, ya sabia que el buscaría su cepillo una y otra vez, y hasta que no resolviera la maraña de pelo, no des enredara hasta el ultimo hilo que componía su belleza, no terminaría, no se iria y no la dejaría en paz.
Él gozaba esos momentos a solas, cuando podía sumergir sus manos en ese pelo, entre mezclarse, perder sus manos ahí, sin saber con que volverían, si es que lo hacian, y poder experimentar el contacto directo con su aroma, la viscosidad de sus pensamientos. Mientras, lamia su cara y su cuerpo, se ponía en contacto con ella, pidiéndole su cuerpo que devolviera aquello que necesitaba.
Ella se dejaba acariciar y buscar, sabia como buscar en ella lo que él necesitaba, pero no queria, a veces, a veces si, según el aire hiciera girar su cabello, acariciara su rostro o fingiera aullidos.
Pero siempre era lo mismo, uno y otro caian en lo mismo, y se aburría, se cansaba, terminaba riéndose en carcajadas desencajadas de sus ilusas pretensiones de búsqueda.
Hasta claro, él lo notaba, ella ya no tenia su cepillo, se había escapado entre las caricias y los juegos, entre la suavidad y la violencia de sus cuerpos buscando, en alguna tormenta ventosa, de esas tantas que los aquejan, en realidad, no importaba el porque, solo saber que su busqueda era en vano, su cepillo no estaba allí.

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