domingo, 17 de agosto de 2008

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mamá, hay un cuchillo arriba de la cama, y cada vez que vuelvo a entrar, miro debajo de ella, quiero saber, cuando va a venir, cuando me va a buscar, se esconde pero esta cerca, siento su respirar en mi cabeza. y hay un cuchillo arriba de la cama, y el ruido de la llave girando en la cerradura, nos atrapa una vez más, el golpe de su anillo contra la manija, el rápido trote hasta el agua, mirar su reflejo, observar, comprobar lo cerrado de todo aquello, y volver, gira la puerta una vez más, se agacha y mira la cama, el suelo. Se sienta, se escucha y mira, de un lado a otro, vez más, el balcón, la ventana, baja la persiana y la luz de la estufa la vuelve a cegar.Mamá hay un cuchillo arriba de la cama

sábado, 16 de agosto de 2008

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Él perdió su cepillo en su cabello de sirena.
Otra vez, otra vez perdía su cepillo, su cabeza ya no podía concentrarse en nada, ya no podría pensar en otra cosa que no fuera su cabello, y cada uno de los recovecos que hacen su figura.
Su emocion se aburría de pensarlo ahí, de saber que estaba disponible a su gusto, ya sabia que el buscaría su cepillo una y otra vez, y hasta que no resolviera la maraña de pelo, no des enredara hasta el ultimo hilo que componía su belleza, no terminaría, no se iria y no la dejaría en paz.
Él gozaba esos momentos a solas, cuando podía sumergir sus manos en ese pelo, entre mezclarse, perder sus manos ahí, sin saber con que volverían, si es que lo hacian, y poder experimentar el contacto directo con su aroma, la viscosidad de sus pensamientos. Mientras, lamia su cara y su cuerpo, se ponía en contacto con ella, pidiéndole su cuerpo que devolviera aquello que necesitaba.
Ella se dejaba acariciar y buscar, sabia como buscar en ella lo que él necesitaba, pero no queria, a veces, a veces si, según el aire hiciera girar su cabello, acariciara su rostro o fingiera aullidos.
Pero siempre era lo mismo, uno y otro caian en lo mismo, y se aburría, se cansaba, terminaba riéndose en carcajadas desencajadas de sus ilusas pretensiones de búsqueda.
Hasta claro, él lo notaba, ella ya no tenia su cepillo, se había escapado entre las caricias y los juegos, entre la suavidad y la violencia de sus cuerpos buscando, en alguna tormenta ventosa, de esas tantas que los aquejan, en realidad, no importaba el porque, solo saber que su busqueda era en vano, su cepillo no estaba allí.

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Sumergirse en el universo.
Cerrar los ojos, ver las estrellas reflejadas en los parpados, y sentir, otra vez, esa libertad que genera repartir el agua en el cuerpo, acariciar las extremidades, alterando los poros y los átomos, hacerlos corren de un lado al otro y volver a su punto de inicio.
Mueve los brazos, siente el contacto ardoroso y frío con los astros, su cuerpo se movía, solo, el instinto, el instinto guiaba su alma, su existencia, el giro y vuelta de las lagrimas recorriendo sus cachetes, hasta terminar mimetisandose en el universo, otra vez, como tantas, otra vez perdiendo la cabeza en todo eso.
Volviendo al principio, de la vida, del todo, de antes de aquello que aqueja, de aquello que desea, de lo que da placer y lo que es nada, siendolo todo, vacio eterno de piedras, de basura.
Ya nada tiene sentido, perdido en las aguas del universo, pero igual comienza a tomar su camino, a seguir un orden, un camino, un algo, hacia algun lado.
Hasta sumergirse continuamente en el universo.