lunes, 8 de septiembre de 2008

12 de Agosto de 2008 [ felicidoña II ]

Cuando los habitantes atentos de felicidoña pensaban no volver a existir, que ya nadie se atrevería a provocar el apogeo de su esencia, que estaban libres de mostrarse al mundo y podían vivir tranquilos en su cubículo de apariencias, paso todo.
Los pueblos vecinos a Felicidoña se atribuyen poderes extraordinarios decretados por los poderes de sus conciencias inconscientes y declaran a diestra y siniestra los peores decretos y las más inmundas leyes, infundadas en su conocimiento desconocido, en su paupérrima creencia de saberlo todo, como todo ser humano.
Envian palomas, caballos, castores y tortugas, mensajeros de todo tipo, flechas cargadas de decretos prendidos fuego, diciendo pero solo buscando dañar, injustamente, injustamente.
Acá en Felicidoña ya no usamos anteojos rosas, nos limitamos a lo negro que protege del sol y de la mirada equivoca de los exterrenos, acá en Felicidoña nos limitamos a no decretar ni lanzar leyes, el congreso esta callado y no confabula nada, no se viene golpe de estado pero tampoco estan todos desocupados, acá en felicidoña no hay crisis pero tampoco alegría.
En Felicidoña hay un vacio incalculable, imborrable, irreemplazable, incógnito e inesperado, un vacio insoportable, que no se va. Y ya nadie lo viene a buscar.
Así que injtenses antes de decretar contra Felicidoña, envien investigadores, espias, o pregunten, las puertas estan abiertas por ahora, después uno nunca sabe, tal vez se vuelve ciudad fortín, los habitantes escapan y se van a vivir al campo y ya nunca vuelven.

Ya nunca vuelven.

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