martes, 24 de febrero de 2009

24 de febrero de 2009

La noche era oscura, pero no cerrada, estaba abierta para todo el que tuviera la capacidad y predisposición para verla. El cielo estaba teñido de negro, seria que el oxigeno estaba de malos humores, y las estrellas, cual pecas en tu cara, manchaban el firmamento. La luna no estaba. Se habra ido a pasear.
Somos tan pequeños de cara al universo, somos tan infimos e inexistentes ante tantos atomos, y sin embargo somos tanto para nosotros mismos, tanto que separados no podemos respirar.
O eso se creyo en algun momento.
Fue esa serie de minutos eternos que duro aquella noche, la del cielo abierto, negro estrellado, donde estaban tirados en medio del pasto, sobre un colchon, no de hojas, si de plumas, donde miraban el infinito y se sintieron pequeños, iguales, únicos, y giraban sobre si mismos sintiendose cada uno un planeta sin olvidar que ambos eran la constelación.
Y entonces, volvian a apoyar cabeza contra cabeza, y escuchaban como la respiración de uno le hacia cosquillas a la del otro, y se divertian sin siquiera mirarse, sintiendo que estaban flotando en un colchon, en el medio del agua.
Claro, se rozaban sus brazos y la piel era de gallina y amaban recorrerse las manos y reirse por dentro, disimulando cualquier cosa. O tal vez no importaba.
Entonces giraban la cabeza, y se miraban, y se veian, y cerraban los ojos y seguian teniendo la imagen del uno y del otro, trataban de memorizar cada punto de sus caras, las imperfecciones y las curiosidades, las gracias y la belleza, para poder llevarla consigo a la cama cada noche.
Entonces, de golpe, el se levanta, y la mira, con los ojos brillantes de energia, y ella lo toma del brazo, y lo trata de sujetar, pero se da cuenta que él ya no esta ahí, que esta en algun lugar, y trata de distraerlo una y otra vez, pero no puede, porque esta en otro lugar te dije, y ella vuelve a probar pero el sigue sin inmutarse, y la desesperación empieza a correrle por las venas y ella comienza a enloquecer y preguntarse como llego a eso, porque no escapo primero, y que hizo para merecer quedarse con todo eso, con esa voragine imparable e irresistible que es para que dos puedan sostenerla, soportarla, disfrutarla. Pero ahora es ella sola, y no sabe que hacer, y mira las estrellas como lloran, y siente como el colchon comienza a mojarse y hundirse, y hacerse parte del río, hacerse parte de la tierra, y ella también, y pronto ya solo es una planta, con las raices enterradas en la tierra, que cual Penelope, espera que vengan a buscarla.

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